Historia

Un breve repaso histórico al carnaval de Navalmoral de la Mata

Un Carnaval siempre vivo

Por Domingo Quijada González, Cronista Oficial de Navalmoral de la Mata

El Carnaval moralo, hoy reconocido más allá de nuestros límites comarcales y autonómicos por su cordialidad, belleza, colorido, originalidad, sana diversión e ingeniosidad, hasta el punto de haber sido declarada «Fiesta Regional de Interés Turístico» (en 1986), hunde sus raíces en la lejanía del tiempo, como es lógico, dado el carácter ancestral de estos festejos. Pero guarda una serie de rasgos propios que lo diferencian de los demás, que le han permitido sobrevivir hasta en los momentos económicos y políticos más difíciles y evolucionar positivamente. Nadie pudo acabar con él, porque es manifestación de alegría en los momentos felices y sirve de terapia ante la adversidad; a pesar de que, a lo largo de la historia, ha sufrido numerosos cambios.

1.- Los tiempos antiguos

Abarca la fase más remota, tal vez desde que se extiende a España en la Edad Moderna, posiblemente importado de las repúblicas italianas: y, al ser Navalmoral lugar de paso obligado ya que transcurría por aquí la «Cañada Real» y el «Camino Real de Extremadura», muy pronto fue asimilado por nuestros antepasados. Respecto a los primeros informes conocidos, ya existen datos de su celebración en la localidad durante el siglo XVIII; y lo sabemos por informaciones religiosas (quejas de párrocos) y municipales (en épocas de guerras o conflictivas, se prohibían los disfraces militares).

En el pasado, era el acontecimiento festivo más esperado y celebrado por los moralos a lo largo del año. Sufriá varias modificaciones con el paso del tiempo pero, en general, se centraba en estas particularidades:

Se basaba en una serie de actividades lúdicas y recreativas espontáneas, realizadas y controladas sólo por el pueblo, sin ningún otro control preestablecido; si exceptuamos el orden público, como es lógico, que únicamente intervená cuando se producían excesos o delitos. Hay que reseñar que los carnavales moralos siempre se han caracterizado por la alegría y diversión pacífica, sabiendo compaginar la crítica constructiva con la sana diversión.

Entras esos actos, destacaban las bromas vecinales o entre amigos y conocidos, las críticas a las personas e instituciones (incluyendo a la Iglesia y el Estado), regocijos bulliciosos, algunos excesos en la bebida y ciertos actos de carácter licencioso. Para ello, a veces (para vencer el miedo, la opinión ajena o la vergüenza propia), recurrían a la máscara o al disfraz, como resultado de los orígenes arcaicos en que se basaba y de las progresivas añadiduras que incorporan después.

Sin embargo, no puede hablarse del Carnaval sin hacer mención a los bailes: diversión fundamental de los jóvenes, pues el Carnaval también hacía referencia al amor: que brota con más fuerza como las primeras yemas y flores de los árboles, ante la primavera que se avecina tras los fríos invernales.

Las mujeres se ataviaban con el traje típico: refajo, mandil, blusa, pañuelo de cien colores y toquilla (lo habitual era que, quien pudiera, utilizara esa vestimenta del siguiente modo: el día de las Candelas se ponían la toquilla de «pelo de cabra», el Domingo de Carnaval portaban el «Mantón de Manila» y el Martes de Carnaval usaban el «Pañuelo de Cien Colores»). Pero también variaban su vestuario con disfraces y máscaras, al igual que los hombres.

Los bailes se iniciaban el día de las Candelas, llegando a su plenitud en plenos Carnavales, que prolongaban una semana más: el denominado «Domingo de Piñata» (primer domingo de Cuaresma). Y se celebraban en diversos locales privados habilitados para ello (que irán surgiendo y desapareciendo progresivamente): el de Julián Gómez, Javier Muñoz, Regino Rincón, Juan Nieto, Quintín Martín, Martín Sarrá, Teatro de Salvador, Teatro Díaz, Teatro «Amarnie», «El Rosneo»,etc.

2.- La fase de las Sociedades

Dada la gran aceptación que tenían los bailes moralos (incluso entre los forasteros), muy pronto se crean Comisiones con el fin de organizar bailes durante los Carnavales, surgiendo así las primeras Asociaciones: como «La Constancia» (en 1911), que será el antecedente del «Centro Moralo» (que nace en 1920).

Esta última se convierte muy pronto en lugar de reunión y diversión para numerosos moralos, especialmente de las clases medias y altas (predominaban los comerciantes, propietarios, funcionarios y profesionales; aunque según sus estatutos, en realidad cualquiera podía pertenecer a esta asociación), durante gran parte del siglo XX. En 1924 inauguran el edificio actual, situado en la calle Antonio Concha. Y, mientras unos celebraban el «carnaval popular», en la calle o en los bailes citados; otros festejaban el llamado «carnaval urbano», en ese «Centro Moralo»: que, entre otras muchas y buenas actuaciones, servía para que los bailes en Carnavales no desaparecieran durante la postguerra (bajo la denominación de «Fiestas de Invierno»).

En ese mismo año de 1920 se crean en Navalmoral tres Sociedades de Baile, más humildes que el Centro Moralo pero con algunos fines similares, especialmente dedicados a los bailes y a los Carnavales: «La Victoria», «La Unión» y «La Armonía». Un año después, en 1921, surge otra más: «La Ilusión». Los teatros «Díaz» y «Amarnie» (alquilados a sus dueños esos días por dichas asociaciones, similares a las «peñas» actuales) acogerán los bailes que convocaban a la juventud morala.

Como resumen de esta etapa, expongo lo que escribía en febrero de 1928 una delegación salmantina, que nos visita durante estas fiestas: «los Carnavales han llamado siempre la atención por sus bailes y exhibición de gran número de mantones de Manila, bordados por las mismas jóvenes…».

Para finalizar la fase anterior recordar que, aunque los bailes dominaban estos festejos, había otros espectáculos: sesiones de teatro o «revista», cine mudo, juegos diversos, mascaradas y otras diversiones, etc.

3.- El periodo republicano. Las primeras carrozas

Numerosas veces han y hemos comentado que el Carnaval moralo ha superado los numerosos obstáculos que se interponen en su camino. En esos conflictivos años, como no podía ser menos, lo mismo servía para celebrar las alegrías y esperanzas de unos, que para ahogar las penas y desencantos de otros. Tal vez, ahí está la clave de su supervivencia en el devenir histórico, ya que -entre otras cosas- el Carnaval festeja el fin del invierno (el sufrimiento) y la proximidad de la primavera (el regocijo).

En esta época, a pesar de la situación político-social que imperaba, siempre había un hueco para la actividad festiva. Y, si nos referimos a ésta, hay que hacer mención especial al Carnaval.

De las sociedades de baile anteriores,  permanecen dos: el «Centro Moralo», en su lugar habitual; y «La Unión», que en 1934 cambiaría su nombre por el de «Unión Triunfadora», y que alquilaba el Teatro «Amarnie», donde utilizaban el Manubrio existente. Pero surge otra más, también popular como la anterior: «Juventud Morala», que arrendaba el Teatro o Frontón «Díaz» (según la climatología), donde solía tocar el piano Cecilio Rodríguez.

Como en la etapa anterior, también se celebraban en estas fechas otros espectáculos, además de los bailes, entre los que descollaban el cine sonoro (que inaugurá «Amarnie» en diciembre de 1932), el fútbol (el «Moralo C.F.» pasa a denominarse «Atenas F.C.»), el teatro, la «revista» y números de «varieté» o el cante; y actuaciones de la Banda Municipal de Música, que dirigía Cecilio Rodróguez; o de la «Unión Ciclista» de Navalmoral, con carreras diversas. Entre los bailes destacaba el «Baile de Disfraces», único al que permitían entrar a los casados y que se celebraba la víspera: el sábado de Carnaval; y duraban nueve días: desde ese sábado hasta el «Domingo de Piñata».

Para finalizar este apartado, recordar que entonces se celebraban, además de los bulliciosos bailes y curiosos disfraces, o de los espectáculos anteriores, otros acontecimientos que llamaban la atención a vecinos y extraños que nos visitaban, con juegos como la «cucaña», las «carreras de cintas» o «correr los gallos», que solían disputarse por la mañana en la «Cruz del Rollo» o en la actual zona de San Isidro. Incluso había una especie de «desfile de carrozas», cuando comienzan a decorar los carros agrícolas con motivos vegetales y florales a base de carros ingeniosamente ornados con motivos vegetales (como homenaje y alegoría de la actividad agrícola predominante), completados con jóvenes de ambos sexos, que recorrían la carretera o calle principal (similar al trayecto actual): serían el germen de las monumentales e ingeniosas carrozas de estos últimos años.

4.- La postguerra

Como es lógico, durante los tres años que dura el conflicto no hubo celebraciones de este tipo.

Y, cuando finaliza, dada la mentalidad e ideología de los vencedores, muy presionados y condicionados por la Iglesia, que siempre se opuso a los Carnavales por diversos motivos (fáciles de comprender y de relacionar, como antes adelantábamos), se prohíben los Carnavales a nivel nacional.

En algunas zonas de España, donde gozaban de gran arraigo, se maquillan o disfrazan bajo otras denominaciones: caso de Cádiz («Fiestas de Primavera») o de Navalmoral («Fiestas de Invierno»).

Si nos atenemos a nuestra localidad, que es la que más nos interesa ahora, hemos de distinguir dos modelos bien definidos:

  • El «carnaval urbano» del «Centro Moralo»: festejaban estos dí­as con bailes en el Salón de su sede, casi en la clandestinidad (aunque todo el mundo lo sabía) y bajo indicación ya señalada de «Fiestas de Invierno» (simulando ser la festividad de dicha sociedad). Era un Carnaval de «puertas adentro», restringido y limitado, en el que había actividades infantiles (disfraces); pero donde se conserva una parte de la semilla, que germinará después.
  • El «carnaval popular» continua celebrándose en ciertos barrios de la localidad, que se responsabilizaron de que siguieran estas fiestas, aplicando imaginación y espontaneidad: con juegos (sobre todo por la tarde, cuando se prohibieron los bailes, en los lugares ya indicados), bromas, críticas, disfraces, actuaciones varias y bailes (cuando y donde podían).

Creo que el éxito actual está basado en haber sabido aglutinar las aportaciones positivas de ambos modelos: la naturalidad, frescura y popularidad de los segundos; con el lujo, grandiosidad y elegancia de los primeros (incluso la sana rivalidad…).

5.- La evolución de los últimos años

Ya en los últimos años del franquismo (como antes explicaba), especialmente a finales de la década de los 60 y principios de los 70 (cuando comienzan a permitirse algunos actos públicos en estos festejos), comienza a vislumbrarse el futuro del Carnaval moralo. De este modo, en los Carnavales de 1971 ya se anuncian premios para las carrozas (que se aprovechan también para criticar o exigir algo), carreras de cinta, comparsas y grupos folklóricos; y renacen de nuevo los bailes; aunque todo ello limitado al domingo y martes de Carnaval. Y en 1973 se celebraron los primeros desfiles de carrozas en la explanada de San Isidro, lo que constituyó todo un éxito. En este despertar del Carnaval moral, no podemos olvidar la gran aportación de don Hipólito Gómez Trujillo quien, a través de su coordinación en las carrozas, en la rondalla que funda en la fábrica textil de Fuentecapala, con el apoyo de las Majorettes y el asesoramiento musical de don Hipólito Fraile Pedraza, dan realce al Carnaval en los siguientes años.

Al año siguiente, por fin la situación se legaliza y se crea la primera Comisión de Festejos (en el programa de 1974 ya aparece, en torno a Jesús Vargas, Julio Romero, Lorenzo Pascual, Tomás Yuste, Joaquín Martí­n, Juanjo Baena, etc. Más adelante continuarán esa labor el grupo presidido por el concejal Eduardo López-Carrasco Marcos y al que ayudaban Carlos Garrido (que asumirá la presidencia en 1979, una vez que Eduardo es elegido concejal), su hermano Vicente Garrido, Tomás Rodríguez Galletero, Gregorio Yuste, Loli, Sara, Margarita, Eugenio Moyano, Aurelio Morales y otros que no recuerdo ahora. Que se encargarán de coordinar casi todas las actividades que el pueblo ideaba o demandaba, con el apoyo que el gobierno municipal del momento les aportaba (que organizaba el desorden propio de estos actos). Más los que se incorporan después, como mi estimado e incombustible Lorenzo Marcos.

Pero será en los «años de transición política» cuando se culmina la obra iniciada en esos años precedentes, sobre la que se asientan las celebraciones recientes, a la vez que se forjan las actuales estructuras. Y así­, tras la muerte de Franco la censura fue dando paso, gradualmente, al consentimiento cada vez más autorizado.

Así, en 1977 ya lo citan como el «Carnaval del Campo Arañuelo», y hubo comparsas y carrozas -entre otros actos-, corriendo el «Pregón» (otra novedad) a cargo del periodista extremeño Santiago Castelo (tras el que vendrían una serie de ilustres pregoneros en los siguientes años).

Los de 1978 fueron apoteósicos, ya que asistieron unas 30.000 personas (incluyendo al gobernador civil y al ministro de Obras Públicas). Y al año siguiente se incorporó el Miércoles de Ceniza como fiesta local también, y se organizan verbenas veraniegas para financiar los próximos carnavales.

A partir de entonces, el Carnaval crece en cantidad y calidad, progresivamente, hasta llegar a nuestros dí­as: nace la Caseta Municipal de bailes (1980), los Programas-Revistas de Festejos y Carteles (1981), se recupera el Baile de las Candelas tan tradicional, el Ferial para los pequeños, las Comparsas y Carrozas monumentales (caso único en España: algunas son verdaderas obras de arte y de ingenio constructivo), la Quema de la Sardina con sus plañideras (y degustación), los Fuegos Artificiales, Elección de Reinas (ya aparecen en 1975), Concurso de Murgas y Chirigotas (1992), el Carnaval del Lunes, y un largo etcétera (incluyendo actividades recreativas, deportivas, culturales, artesanales, etc.). Aunque las mejoras e innovaciones aún no han finalizado, ya que el Carnaval es fiesta viva y renovable (por ejemplo, el desfile de las comparsas de los estudiantes de Secundaria en el 2015, el viernes, como preámbulo del Carnaval).

La declaración ya mencionada como «Fiesta Regional de Interés Turí­stico» ayudó a que se fuera conociendo aún más de lo que ya lo era, lo que trajo un incremento en la afluencia de visitantes (superando ya los 50.000) y participantes. Además, en 1992 se llevó a la «Expo» de Sevilla. Y desde 1995 el carnaval moralo está presente cada año en FITUR.

Y en esa tesitura estamos, siempre innovando y progresando, siendo una de las celebraciones más conocida a nivel regional y fuera de nuestra Comunidad, y la fiesta local por excelencia.

Fotos históricas

Disfruta de las fotos de los años 70 y 80 del Carnavalmoral

Carteles

Conoce los carteles que cada año han servido para anunciar el carnavalmoral

Programas

Aquí­ podras consultar los distintos programas oficiales con los que ha contado el carnavalmoral

Pregoneros/as

¿Quieres ver quienes han tenido el honor de pregonar el carnavalmoral?

Reinas y damas

proximamente…

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